domingo, 13 de marzo de 2011

LITERATURA MAYA

Los Mayas ocupaban los territorios del sur de México (Chiapas, Yucatán y Tebasco), Guatemala, y el noroeste de El Salvador y Honduras.
Estaban organizados en clanes y con patriarcado. El padre representaba la mayor autoridad y era denominado "yum". El conjunto de clanes formaba la tribu, y la confederación de tribus era regida por un Consejo de Ancianos. A su vez había un Jefe Hereditario que gobernaba cada estado.
La sociedad se dividía en:

Nobles (caciques)

Sacerdotes (A cargo de sacrificios, predicciones, ofrendas, etc)

Pueblo (trabajadores de la construcción y las labores agrícolas)

Esclavos (clase social más baja)
Su economía se basaba en la agricultura, en especial maíz, cacao y algodón. Poseían conocimientos de industria textil, metalúrgica, alfarera. Fabricaban objetos con oro, cobre y bronce.
En sus telas trataban de reproducir la imagen del tótem que era adorado por cada tribu.
Fabricaban pinturas con tintes minerales y vegetales que mezclaban con una sustancia viscosa para que se adhiriera a los elementos que se pintaban.
En arquitectura llegaron a levantar importantes templos y monumentos, en centros arquitectónicos como Chichén Itzá, Tikal, Copán, Palenque, Uxmal.
Mantenían un ejército para su defensa, y usaban escudos, flechas y lanzas en sus enfrentamientos.
Eran politeístas. Adoraban a dioses beneficiosos (lluvia, trueno, maíz) y dañinos (guerra, sequía).
Tenían un calendario, y dividían el año en 365 días con 18 meses de 20 días, y agregaban cinco días .
Su escritura consistía en un sistema de símbolos tipo jeroglífico, y el primer sistema de escritura de América.
Escribieron sus libros con un papel fabricado con fibras vegetales, y se escribían en una larga tira que se doblaba sobre sí misma muchas veces, y para leer se desplegaban. las tapas se realizaban en madera con adornos.
Pocas son las obras literarias que sobrevivieron, pues los conquistadores las destruyeron para tratar de terminar
SU LITERATURA
Los libros de la literatura maya que se conocen, son de temas religiosos y mitológicos y no son de fácil interpretación. Hacen continua alusión a su historia, su religión y la ciencia de su época, con un profundo sentido patriótico y poético.
Entre las principales obras se pueden citar:

"El Libro de Chilam Balam" es uno de los más famosos, pues refleja la desesperación del aborigen por la invasión de los conquistadores. Se hallaron varias versiones de esta obra, con contenidos distintos según el pueblo que la hubiera escrito, pues se hacían diferentes versiones en los distintos clanes. Pero por su contenido de diversos temas: religiosos, históricos, literarios, sobre astronomía y calendarios, se puede apreciar toda la sabiduría del pueblo maya.
Se cree que sus autores fueron sacerdotes que transcribieron manuscritos sagrados, a los que acotaron noticias locales y elementos de la historia de cada lugar. Eran considerados libros sagrados y se los leía en ocasiones especiales.
las copias que se conservan no son las originales, sino transcripciones de alrededor del siglo XVI

El "Popol Vuh", "Las antiguas Historias del Quiché", el más conocido, es el libro sagrado de los indios quichés que habitaban en la zona de Guatemala.
Se explicaba en él el origen del mundo y de los indios mayas. También se relataba la historia de todos los soberanos.
Se puede señalar que hay allí una conjunción de religión, mitología, historia, costumbres y leyendas. Es esencialmente una descripción del conjunto de tradiciones mayas de quienes habitaban la región guatemalteca; pero también aparecen agregadas algunas ideas cristianas, lo que hace suponer que el autor conocía a misioneros católicos. No se conoce el nombre del autor pero por datos sacados del contenido de la obra, se supone que ha sido escrito hacia 1544.
Fue escrito originalmente en piel de venado, posteriormente trascripto en 1542 al latín por Fray Alonso del Portillo de Noreña.
La versión española fue realizada sobre este último texto en el siglo XVIII (1701) por el fraile dominico Francisco Ximénez que se había establecido en Santo Tomás Chichicastenango. Y "Popol Vuh" lo llamó un estudioso de temas americanistas, que en el siglo XIX lo tradujo al francés, Charles Etienne Brasseur de Bourbourg.
El significado de los términos que conforman el nombre es:
Popol: Palabra maya que significa reunión, comunidad, casa común, junta.
Vuh: Libro, papel, árbol de cuya corteza se hacía el papel.
Para los Quichés de Guatemala, hombres del bosque o de los magueyes, el Popol Vuh es una Biblia.
En el libro se distinguen tres partes:
La primera es una descripción de la creación del mundo y del origen del hombre, que después de varios fracasos fue hecho de maíz, el alimento que constituía la base de su alimentación.
La segunda parte trata de las aventuras de los jóvenes semidioses Hunahpú e Ixbalanqué que termina con el castigo de los malvados, y de sus padres sacrificados por los genios del mal en su reino sombrío de Xibalbay.
La tercera parte es una historia detallada referida al origen de los pueblos indígenas de Guatemala, sus emigraciones, su distribución en el territorio, sus guerras y el predominio de la raza quiché sobre las otras hasta poco antes de la conquista española. Describe también la historia de los Reyes y la historia de conquistas de otros pueblos.

¿QUÉ SON LOS CÓDICES?
Se llama códices, del latín codex: libro manuscrito, a los documentos pictóricos o de imágenes realizados como productos culturales de las grandes civilizaciones maya, azteca, mixteca, zapoteca, otomí, purépecha, etc., que surgieron y se desarrollaron en Mesoamérica.
Desde épocas muy remotas, se fijaron en esos manuscritos los conocimientos de los antiguos pueblos; por ello, la información registrada en los códices es de la mayor importancia: gracias a sus múltiples contenidos temáticos, podemos saber directamente acerca de sus logros y avances culturales y científicos, creencias religiosas, ritos y ceremonias, historia, genealogías y alianzas de los señores, nociones geográficas, sistema económico, cronología, etc. En ellos se encuentran plasmados todos los antiguos temas derivados de la tradición indígena, antes de la llegada de los españoles, y los nuevos temas aportados por estos últimos, como la religión cristiana, los problemas económicos y sociales originados por el contacto y la vida indígena en el periodo de la Colonia. Los códices se siguieron produciendo hasta el siglo XVIII,
Los códices son fuentes históricas de primera mano en los que las sociedades indígenas, por intermedio de escribas con la habilidad para pintar con gran maestría, dejaron constancia fiel de sus logros y avances culturales y científicos e informaron sobre una multitud de aspectos, como las creencias religiosas, los ritos y ceremonias, la historia, el sistema económico y la cronología, entre muchos otros.
¿PARA QUÉ SIRVEN?En la época prehispánica, los códices cumplían con una importante función social, de acuerdo con su temática principal. El calendario religioso (tonalpohualli), además de señalar las fiestas de los dioses y sus ritos complejos, se empleaba para pronosticar el futuro del recién nacido, determinar las fechas propicias de las ceremonias religiosas, como la purificación o el matrimonio, fijar la partida de los comerciantes, el principio favorable de una guerra o de la construcción de obras públicas, etc. Las matrículas de tributos consignaban la tributación de los pueblos sujetos, tanto en especie como en servicio personal.
Códice Madrid
Se trata de un texto de adivinación, que ayudaba a los sacerdotes a predecir la suerte.
Trata de los ritos sagrados, de las influencias malignas sobre los cultivos, de las ofrendas para regular
las lluvias, del periodo de 52 años rituales, de las cacerías, los calendarios, la muerte y la purificación

Códice Dresden
Trata básicamente de astronomía :Almanaques y cuentas de días de cultivo y adivinación; incluye textos sobre enfermedad y medicina, así como una profecía de diluvio. Está considerado como el más bello y mejor realizado de los tres.
Códice París
Se refiere fundamentalmente a cuestiones rituales, calendarios adivinatorios y a algo parecido a un zodiaco con divisiones de 364 días. Este manuscrito está incompleto, se halla en peor estado que los otros dos y su calidad artística es inferior.
COMO SE HACIAN LOS CODICE?Para simplificar, podemos clasificarlos por la época en prehispánicos y coloniales. los códices prehispánicos están realizados sobre papel de amate, piel de venado, tela de algodón y papel de maguey; los coloniales introducen el papel europeo, la tela industrial y el pergamino. Existían varios formatos: la tira de piel o papel de amate en composición horizontal, que se denomina banda cuando es vertical, y se llama rollo o biombo según la manera de guardarlo; el lienzo de tela de algodón; la hoja de papel; el panel, en el que se unen varios elementos del mismo material para obtener una superficie mayor.

sábado, 12 de marzo de 2011

LITERATURA NAHUATL

LITERATURA NAHUATL
La literatura siempre será una forma de conocer las más íntimas formas de una cultura. Nos da la llave para encontrar las respuestas que nuestra existencia nos plantea y nos ubica en el mundo del cual provenimos.

Se entiende por literatura náhuatl la producción literaria de los pueblos que ocuparon el valle de México y sus alrededores y que hablaron esta lengua. El náhuatl o mexicano antiguo se habló desde la época de Teotihuacan y Tula. Era la lengua de Atzcapotzalco, Chalco, Tlaxcala, Cholula y otras regiones.

En cuanto a su origen es importante mencionar que no se puede dar una fecha exacta para su inicio, ya que sus obras tuvieron transmisión oral durante muchos años.

La influencia de culturas como la teotihuacana y tolteca fueron el inicio de estas manifestaciones, a las que se le unieron la originalidad y el profundo sentido religioso de los aztecas.

Se consideraban el pueblo del sol, es decir, el pueblo elegido para ayudar con su sangre a la existencia de los dioses, por los cuales se produce la guerra florida, cuya finalidad era obtener víctimas para el sacrificio.

Las primeras manifestaciones de la literatura náhuatl se encuentran en los códices, libros que pintaban los tlacuilos (escribanos o pintores) en hojas de piel de venado raspada o corteza de amate preparada con una capa de carbonato de calcio. El arte de fabricar estos códices se resumía en la expresión: "poseer la tinta negra y roja" símbolo de la sabiduría que posee el hombre culto. La escritura de códices era una costumbre no sólo de los habitantes del valle, sino también de la región maya, mixteca y zapoteca. Los códices se guardaban en bibliotecas llamadas amoxcalli (la de Texcoco fue famosa antes de ser destruida por los conquistadores).

DIVISION DE LA LITERATURA NAHUATL

se divide en poesia  y el prosa o tlatolli y xochicoicatl

Poesía náhuatl

La poesía náhuatl es un conjunto de poemas cosmogónicos —es decir que intentan explicar el origen del humano universo— rituales y de celebración al sol y a los demás dioses, así como al amor, la belleza y el heroismo; reflexionan sobre el sentido de la vida y expresan el sentimiento de la brevedad de la misma y de la servidumbre, es decir, haber nacido para servir a los dioses; además hacen con frecuencia presente a la muerte:
...Tenemos que dejar esta tierra:
estamos prestados unos a otros...
fragmento de "Dolor del canto", Romances de los Señores de la Nueva España de Nezahualcóyotl.
...Aquí nadie vivirá por siempre.
Aun los príncipes a morir vinieron...
fragmento de "¿A dónde iremos?", de Nezahualcóyotl.
En náhuatl la poesía se llamaba “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl), un rico nombre compuesto que describía simultáneamente varios aspectos de la actividad poética. “La flor-y-el-canto” consistía en un diálogo con el propio corazón, con lo divino, con el mundo y con el pueblo, y tenía mucha importancia en la sociedad de los nahuas. Los poetas eran príncipes o sacerdotes que representaban el sentimiento de la colectividad. Los cantos e historias se aprendían de memoria, pero existían grandes carteles (algunos de los cuales se conservan en códices europeos) con diseños y signos fonéticos que el sacerdote indicaba con el dedo mientras entonaba el poema correspondiente. Esta actividad llamaba “cantar pinturas”.
La poesía en náhuatl tiene y ha tenido un importante desarrollo a lo largo de muchos siglos, aún se pueden encontrar libros en los cuales se rescatan las formas de expresarse de los habitantes las antiguas civilizaciones que hablaban esta lengua; y en las comunidades de nahua-hablantes se pueden rescatar muy variadas formas de este importante arte. El náhuatl es aún hablado en muchas regiones de México inclusive por personas que tienen mínimo contacto con el español, por lo tanto conservan muy buena parte de su cultura.
Aunque principalmente estos poemas se transmitían oralmente de generación en generación por medio de cantos y rituales, se pueden rescatar diversos autores distinguidos a los cuales se les atribuyen muchos cantos en náhuatl, por ejemplo Nezahualcóyotl, su hijo Nezahualpiltzin, príncipes-sacerdotes como Tecayehuatzin, Temilotzin y Yoyontzin.
  • Ejemplo de Poesía Náhuatl:
Ni hual choca in
ni hual icnotlamati
zan ca anicnihuan
azo toxochiuh on
¿ma ye ic ninapantiuh
can on Ximohuayan?
Nihuallaocoya.
Traducción:
Aquí me pongo a llorar
me pongo triste.
Soy sólo un cantor
Vean, amigos míos
acaso con nuestras flores
¿he de vestirme allá donde
están los que no tienen cuerpo?
Me pongo triste.
  • Poema:
Quin ōctlamati noyōllo
niccaqui in cuīcatl,
niquitta in xōchitl
¡Māca in cuetlahuia in Tlālticpac!
  • Traduccion:
Al fin comprendí mi corazón
escucho el canto
veo las flores
¡Que no marchiten en la Tierra!
CONSEJO (TLATOLLI)
Aunque se acepta la poesía, la manifestación inicial de toda cultura, poco a poco fue surgiendo la prosa, aunque su producción fue mucho menor de número.
En las culturas indígenas americanas también se encontraron, primeramente, textos poéticos, y, posteriormente, textos prosificados de muy diversa índole; los aztecas les dieron el nombre genérico de “tlahtolli”.
León Portilla considera que los “tlahtolli” se conformarán de narrativa, discursos, descripciones y relaciones históricas. De estas redacciones las que han quedado en la memoria popular son los “huehuehtlahtolli”.
ejemplos
La Palabra es la mejor espada o la mejor Flor....
Y le pregunté al Poeta -¿Qué son las Palabras?- El me respondió: -Construcciones del todo y nada- Aludí: -¿Son quizá sólo signos y sonidos?  Signos que borra el tiempo Y sonidos que se lleva el viento- -replicó: -Son flores y espinas -Son castillos y espadas -Son fortaleza y sutileza -Son tristeza y alegría -Son luz y oscuridad -son disfraces y mentiras Huellas y cenizas de tu vida Son estrellas perdidas Son certeza y duda
Son metamorfosis de la fantasía
Es la realidad cautiva  que toca tus labios y se va
unos de los autores mas representates de la literatura nahuatl es nezahualcoyotl , cacanatzin, neahualpilli y macuitzixochitl

hipertexto

HIPERTEXTO
El hipertexto en la literatura se ha introducido de la mano de 3 aproximaciones, la tercera de ellas de corte bien distinto a las anteriores:
  •  las llamada ediciones genéticas, fruto de aplicar las ideas de obra abierta, intertextualidad, etc. propias del post-estructuralismo, a la crítica hipertextual
  •  la narrativa hipertextual (que también recibe el nombre de hiperficción)
  •  y las ediciones críticas de obras clásicas (también llamada hiperedición).
Dejamos al margen de este análisis la existencia de obras impresas que se han adaptado al medio digital y al hipertexto, pues obviamente, en Internet encontramos miles de textos clásicos y modernos que se han adaptado a la escritura hipertextual para poder ser leídos y navegados en línea  y que están accesibles en diversas bibliotecas digitales a lo largo y ancho de la red, ya que la Web se ha convertido en una especie de biblioteca, archivo y repositorio universal de todo tipo de obras y documentos.

AUTOR SOBRESALIENTE
Julio Florencio Cortázar (Ixelles, Bélgica, 26 de agosto de 1914 - París, Francia, 12 de febrero de 1984) fue un escritor, traductor e intelectualargentino.
Se le considera uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, comparable a Jorge Luis Borges, Antón Chéjov o Edgar Allan Poe, y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad psicológica, pocas veces vista hasta entonces. Debido a que los contenidos de su obra transitan en la frontera entre lo real y lo fantástico, suele ser puesto en relación con el surrealismo.}
OBRA DE HIPERTEXTO
"LA RAYUELA"
¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.

¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts? Me parece que ese jueves de diciembre tenía pensado cruzar a la villa derecha y beber vino en el cafecito de la rue des Lombards donde madame Leonie me mira la palma de la mano y me anuncia viajes y sorpresas. Nunca te llevé a que madame Leonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro. De manera que nunca te llevé a que madame Leonie, Maga; y sí, porque me lo dijiste, que a vos no te gustaba que yo te viese entrar en la pequeña librería de la rue de Verneuil, donde un anciano agobiado haca miles de fichas y sabe todo lo que puede saberse sobre historiografía. Ibas allá a jugar con un gato, y el viejo te dejaba entrar y no te hacía preguntas, contento de que a veces le alcanzaras algún libro de los estantes más altos. Y te calentabas en su estufa de gran caño negro y no te gustaba que yo supiera que ibas a ponerte al lado de esa estufa. Pero todo esto había que decirlo en su momento, solo que era difícil precisar el momento de una cosa, y aun ahora, acodado en el puente, viendo pasar una pinaza color borra vino, hermosísima como una gran cucaracha reluciente de limpieza, con una mujer de delantal blanco que colgaba ropa en un alambre de la proa, mirando sus ventanillas pintadas de verde con cortinas Hansel y Gretel, aun ahora, Maga, me preguntaba si este rodeo tenía sentido, ya que para llegar a la rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont Saint-Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí esa noche, como tantas otras veces, yo habría sabido que el rodeo tenía un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. Era cuestión, después de subirme el cuello de la canadiense, de seguir por los muelles hasta entrar en esa zona de grandes tiendas que se acaba en el Chatelet, pasar bajo la sombra violeta de la Tour Saint-Jacques y subir por mi calle pensando en que no te había encontrado y en madame Leonie.

Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Sé que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos. Esa tarde todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo. Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metíamos en un café del Boul Mich y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida.

Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con hambre y golpes en los rincones. Más tarde te creí, más tarde hubo razones, hubo madame Leonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus mismas palabras. "Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su puente el Pont des Arts." (Una pinaza color borra vino, Maga, y por qué no nos habremos ido en ella cuando todavía era tiempo.)

Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las horas, ingreso paulatino en un mundo - Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la arena Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil. Y entonces en esos días íbamos a los cine-clubs a ver películas mudas, porque yo con mi cultura, no es cierto, y vos pobrecita no entendías absolutamente nada de esa estridencia amarilla convulsa previa a tu nacimiento, esa emulsión estriada donde corrían los muertos; pero de repente pasaba por ahí Harold Lloyd y entonces te sacudías el agua del sueño y al final te convencías de que todo había estado muy bien, y que Pabst y que Fritz Lang. Me hartabas un poco con tu manía de perfección, con tus zapatos rotos, con tu negativa a aceptar lo aceptable. Comíamos hamburgers en el Carrefour de l'Odeon, y nos íbamos en bicicleta a Montparnasse, a cualquier hotel a cualquier almohada. Pero otras veces seguíamos hasta la Porte d'Orleans, conocíamos cada vez mejor la zona de terrenos baldíos que hay más allá del Boulevard Jourdan, donde a veces a medianoche se reunían los del club de la Serpiente pare hablar con un vidente ciego, paradoja estimulante. Dejábamos las bicicletas en la calle y nos internábamos de a poco, parándonos a mirar el cielo porque esa es una de las pocas zonas de París donde el cielo vale más que la sierra. Sentados en un montón de basuras fumábamos un rato, y la Maga me acariciaba el pelo o canturreaba melodías ni siquiera inventadas, melopeyas absurdas cortadas por suspiros o recuerdos. Yo aprovechaba para pensar en cosas inútiles, método que había empezado a practicar años atrás en un hospital y que cada vez me parecía más fecundo y necesario. Con un enorme esfuerzo, reuniendo imágenes auxiliares, pensando en olores y caras, conseguía extraer de la nada un par de zapatos marrones que había usado en Olavarría en 1940. Tenían tacos de goma, suelas muy fines, y cuando llovía me entraba el agua hasta el alma. Con ese par de zapatos en la mano del recuerdo, el resto venía solo: la cara de doña Manuela, por ejemplo, o el poeta Ernesto Morroni. Pero los rechazaba porque el juego consistía en recobrar tan solo lo insignificante, lo in ostentoso, lo perecido. Temblando de no ser capaz de acordarme, atacado por la polilla que propone la prórroga, imbécil a fuerza de besar el tiempo, terminaba por ver al lado de los zapatos una latita de Té Sol que mi madre me había dado en Buenos Aires. Y la cucharita pare el té, cuchara-ratonera donde las lauchitas negras se quemaban vivas en la taza de agua lanzando burbujas chirriantes. Convencido de que el recuerdo lo guarda todo y no solamente a las Albertinas y a las grandes efemérides del corazón y los rincones, me obstinaba en reconstruir el contenido de mi mesa de trabajo en Floresta, la cara de una muchacha irrecordable llamada Gekrepten, la cantidad de plumas cucharita que había en mi caja de útiles de quinto grado, y acababa temblando de tal manera y desesperándome (porque nunca he podido acordarme de esas plumas cucharita, sé que estaban en la caja de útiles, en un compartimiento especial, pero no me acuerdo de cuántas eran ni puedo precisar el momento justo en que debieron ser dos o seis), hasta que la Maga, besándome y echándome en la cara el humo del cigarrillo y su aliento caliente, me recobraba y nos reíamos, empezábamos a andar de nuevo entre los montones de basura en busca de los del club. Ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas. Con la Maga hablábamos de pata física hasta cansarnos, porque a ella también le ocurría (y nuestro encuentro era eso, y tantas cosas oscuras como el fósforo) caer de continuo en las excepciones, verse metida en casillas que no eran las de la gente, y esto sin despreciar a nadie, sin creernos Maldorores en liquidación ni Melmoths privilegiadamente errantes. No me parece que la luciérnaga extraiga mayor suficiencia del hecho incontrovertible de que es una de las maravillas más fenomenales de este circo, y sin embargo baste suponerle una conciencia para comprender que cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz debe sentir como una cosquilla de privilegio. De la misma manera a la Maga le encantaban los líos inverosímiles en que andaba metida siempre por causa del fracaso de las leyes en su vida. Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos, o se acuerdan llorando a gritos de haber visto en una vitrina el décimo de lotería que acaba de ganar cinco millones. Por mi parte ya me había acostumbrado a que me pasaran cosas modestamente excepcionales, y no encontraba demasiado horrible que al entrar en un cuarto a oscuras para recoger un álbum de discos, sintiera bullir en la palma de la mano el cuerpo vivo de un ciempiés gigante que había elegido dormir en el lomo del álbum. Eso, y encontrar grandes pelusas grises o verdes dentro de un paquete de cigarrillos, u oír el silbato de una locomotora exactamente en el momento y el tono necesarios pare incorporarse ex oficio a un pasaje de una sinfonía de Ludwig Van, o entrar a una pissottière de la rue de Medicis y ver a un hombre que orinaba aplicadamente hasta el momento en que, apartándose de su comportamiento, giraba hacia mí y me mostraba, sosteniéndolo en la palma de la mano como un objeto litúrgico y precioso, un miembro de dimensiones y colores increíbles, y en el mismo instante darme cuenta de que ese hombre era exactamente igual a otro (aunque no era el otro) que veinticuatro horas antes, en la Salle de Géographie, había disertado sobre tótems y tabúes, y había mostrado público, sosteniéndolos preciosamente en la palma de la mano, bastoncillos de marfil, plumas de pájaro lira, monedas rituales, fósiles mágicos, estrellas de mar, pescados secos, fotografías de concubinas reales, ofrendas de cazadores, enormes escarabajos embalsamados que hacían temblar de asustada delicia a las infaltables señoras.
En fin, no es fácil hablar de la Maga que a esta hora anda seguramente por Belleville o Pantin, mirando aplicadamente el suelo hasta encontrar un pedazo de género rojo. Si no lo encuentra seguirá así toda la noche, revolverá en los tachos de basura, los ojos vidriosos, convencida de que algo horrible le va a ocurrir si no encuentra esa prenda de rescate, la señal del perdón o del aplazamiento. Sé lo que es eso porque también obedezco a esas señales, también hay veces en que me toca encontrar trapo rojo. Desde la infancia apenas se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mí sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído. Lo peor es que nada puede contenerme cuando algo se me cae al suelo, ni tampoco vale que lo levante otro porque el maleficio obraría igual. He pasado muchas veces por loco a causa de esto y la verdad es que estoy loco cuando lo hago, cuando me precipito a juntar un lápiz o un trocito de papel que se me han ido de la mano, como la noche del terrón de azúcar en el restaurante de la rue Scribe, un restaurante bacán con montones de gerentes, putas de zorros plateados y matrimonios bien organizados. Estábamos con Ronald y Etienne, y a mí se me cayó un terrón de azúcar que fue a parar abajo de una mesa bastante lejos de la nuestra. Lo primero que me llamó la atención fue la forma en que el terrón se había alejado, porque en general los terrones de azúcar se plantan apenas tocan el suelo por razones paralelepípedas evidentes. Pero este se conducía como si fuera una bola de naftalina, lo cual aumentó mi aprensión, y llegué a creer que realmente me lo habían arrancado de la mano. Ronald, que me conoce, miró hacia donde había ido a parar el terrón y se empezó a reír. Eso me dio todavía más miedo, mezclado con rabia. Un mozo se acercó pensando que se me había caído algo precioso, una Parker o una dentadura postiza, y en realidad lo único que hacía era molestarme, entonces sin pedir permiso me tiré al suelo y empecé a buscar el terrón entre los zapatos de la gente que estaba llena de curiosidad creyendo (y con razón) que se trataba de algo importante. En la mesa había una gorda pelirroja, otra menos gorda pero igualmente putona, y dos gerentes o algo así. Lo primero que hice fue darme cuenta de que el terrón no estaba a la vista y eso que lo había visto saltar hasta los zapatos (que se movían inquietos como gallinas). Para peor el piso tenía alfombra, y aunque estaba asquerosa de usada el terrón se había escondido entre los pelos y no podía encontrarlo. El mozo se tiró del otro lado de la mesa y ya éramos dos cuadrúpedos moviéndonos entre los zapatos-gallina que allá arriba empezaban a cacarear como locas. El mozo seguía convencido de la Parker o el Luis de oro, y cuando estábamos bien metidos debajo de la mesa, en una especie de gran intimidad y penumbra y él me preguntó y yo le dije, puso una cara que era como para pulverizarla con un fijador, pero yo no tenía ganas de reír, el miedo me hacía una doble llave en la boca del estómago y al final me dio una verdadera desesperación (el mozo se había levantado furioso) y empecé a agarrar los zapatos de las mujeres y a mirar si debajo del arco de la suela no estaría agazapado el azúcar, y las gallinas cacareaban, los gallos gerentes me picoteaban el lomo, oía las carcajadas de Ronald y de Etienne mientras me movía de una mesa a otra hasta encontrar el azúcar escondido detrás de una pata Segundo Imperio. Y todo el mundo enfurecido, hasta yo con el azúcar apretado en la palma de la mano y sintiendo como se mezclaba con el sudor de la piel, como asquerosamente se deshacía en una especie de venganza pegajosa, esa clase de episodios todos los días.